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ISSN 1989-4163

NUMERO 19 - ENERO 2011

La Depiladora Brasileña

Joaquín Lloréns

Autora: Madeleine de Pompadour. Editorial: Urbis tertium. 2010. 227 páginas. 18 Euros

A veces uno se deja tentar por uno de esos libros que sestean en los anaqueles de las librerías y de los que jamás ha oído hablar. Esto es lo que me ha ocurrido con “La depiladora brasileña”. Reconozco que el título me llamó la atención. La portada, con esas piernas por las que se deslizan varias bragas, anticipando algo, incrementó mi intriga. La sinopsis terminó de vencer la resistencia a vaciar mi cartera.

La novela, en realidad es el relato de una jornada laboral de una depiladora brasileña que reside en Madrid y cuya especialidad consiste, precisamente, en la depilación brasileña. El nombre de su autora, de quien apenas se nos da información en la contra solapa, da la impresión de ser un pseudónimo, ya que no se encuentra en Google información alguna sobre ella.

 A lo largo de sus 227 páginas, su protagonista, Nadjara Do Santos, nos va describiendo sus clientas –y un cliente- del día. Al comienzo de cada capítulo, una fotografía sobre distintas depilaciones brasileñas que hacen que el libro no sea recomendable para menores. Sobre la camilla, en la intimidad del centro de masajes –y algo más, como iremos descubriendo-, Nadjara conversa con sus diez clientes, quienes, como suele ocurrir cuando uno se encuentra desnudo frente a alguien impersonal y profesional, confiesan detalles íntimos que explican su predilección por una depilación tan drástica. Aunque, en el fondo, lo que todas ellas –y él-buscan en Nadjara es una oyente impersonal, aunque finalmente siempre acaban por solicitar su opinión respecto a sus inquietudes; la opinión de alguien completamente ajeno a su realidad diaria.

El conjunto de depilaciones-conversaciones comprenden un auténtico crisol sociológico actual de las desafecciones personales y el abandono de los valores eternos por otros vacuos y artificiosos que esconden los sentimientos auténticos y constituyen un desgarrador muestrario de los efectos de la incomunicación en la era de Internet.

Algunas clientas, como la médico forense, son perturbadoras, con su enfermiza fijación en reconstruir sobre su pubis el diseño que ha contemplado el día anterior en el cadáver de una adolescente salvajemente violada y asesinada, como si con ello intentara, de algún modo, mantener algo vivo de ella.

Otras son en extremo hilarantes, recordándonos en algunos párrafos al desternillante comienzo de “Sin noticias de Gurp”, como el de la adinerada anciana del barrio de Salamanca, que, con el cráneo calvo, ha sustituido la visita semanal a la peluquería con la visita a la depiladora brasileña, aunque con un matiz casi trágico. En sus palabras: “Vengo cada semana porque con una peluquera –así la llama ella- una puede hablar de sus cosas con sinceridad, sin las barreras que una va creando frente a sus seres queridos.”

 Está la desesperada mujer que, en un último intento de salvar su matrimonio, y habiendo descubierto los intereses pederastas de su marido, acude a Nadjara para que intente reconstruir bajo su, ya blando, estómago, la ilusión de un sexo pre núbil que, tal y como reflexiona Nadjara, no servirá para nada más que para que concluya que el divorcio es la única salida realista.

El del maduro recién divorciado, José Andrade, en busca de nuevas experiencias y recuperar el tiempo perdido, es otro de los capítulos más divertidos. Madeleine de Pompadour describe las patéticas incongruencias de ese estado anímico alterado y acaba dándole un final feliz sobre la camilla, producto de la lástima que tan desnortado personaje le produce cuando acaba sollozando por la pérdida de su mujer.

Sólo con una clienta, una ejecutiva de lengua mordaz y ácida, Nadjara pierde los papeles. Y es que, bajo la coraza de hierro de la hermosa Ana, nuestra brasileña reconoce la tristeza insondable de quien busca el amor y la ternura desesperadamente. En quien el éxito profesional no hace sino ocultar las carencias afectivas. Si a Andrade le consuela por pena, a Ana se entrega en cuerpo y alma. Durante media hora –extra- sus mundos incompatibles se funden en el absoluto. Aunque… tras cinco minutos de reposo, se vuelven a separar irremediablemente, como el aceite del agua.

Como decía, sus diez clientes son clichés de diez personajes característicos de nuestra sociedad que todos podemos reconocer fácilmente en el imaginario familiar o mediático. Además del interés en cómo los retrata en esas breves sesiones, está, sobre todo, el cómo consigue ir soltando migajas de reflexiones que llevan a preguntarse al lector el porqué somos así y, especialmente, cómo deberíamos ser. Quizás su único defecto sea la, algo forzada, clarividencia de la nada escrupulosa Nadjara, inmigrante sin apenas estudios, salvo los que da una vida de penurias, emigración, abusos y supervivencia. Aunque no hay duda que dichos estudios no son poco.

Una novela atípica, interesante, con momentos desgarrados, de un pesimismo esperanzado y que, como los buenos libros, nos dará que pensar durante muchos días.

Depiladora

 

 

 

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